lunes, 7 de febrero de 2011

HONG KONG

 Hong Kong es un auténtico alucine.

Para empezar, desde el avión se ve el aeropuerto construido sobre una isla que previamente explanaron. Luego, en el trayecto hacia la ciudad se cruza un puente primo hermano del Golden Gate de San Francisco.



Después, asomas la cabeza en la ciudad y te encuentras un monstruo de cemento, como si alguien hubiera juntado los rascacielos de Manhattan con la densidad de tiendas de la mejor calle de Andorra, los hubiera rellenado de tenderetes de comida en la calle y restaurantes en los pisos (todo ello aderezado con un olor penetrante a comida china) y lo hubiera multiplicado hasta cansarse.


Calles enteras donde las grandes marcas de ropa se repiten hasta cansar. Cientos de joyerías de lujo, relojerías, tiendas de móviles (la estrella de la fiesta) y eléctronica etc. Para aburrir al mas "shoppinero". 






Si se sale de las calles principales el espectáculo se repite, pero un poco más cutre. Los luminosos cruzan la calle por encima de tu cabeza. El olor lo invade todo. No queda espacio casi ni para transitarlas.
Habíamos leído en una guía los sitios recomendados para visitar y como tres de ellos eran mercados el primer día fuimos a ver uno de ellos, el Temple Market. Dos días después fuimos a otro de los "recomendados" (Ladys Market) como visita que no hay que perderse. 
Si tenéis intención de visitar Hong Kong romper la guía y saltaros estos mercados. Son una "merde", todo burrufalla, su único atractivo es que empiezan a media tarde y están abiertos hasta las tantas de la noche.
Como ejercicio de habilidad esquivando hordas de chinos nos dispusimos a adentrarnos en el metro. ¡Sorpresa! ¡En Hong Kong hay vida subterránea!. La tienda que no han podido abrir en la superficie la han abierto en los pasajes del metro, que recorren kilómetros y kilómetros por debajo de la ciudad. El metro es fácil de usar y en cada estación avisan de lo que puedes visitar en la zona. Así nos enteramos de la existencia de unos bonitos templos budistas y de jardines chinos con todos los árboles trabajados en estilo bonsai, para perderte meditando ( de lo mejor que hemos visto, pero desgraciadamente un error al descargar las fotos hizo que las perdiéramos).

Otro día visitamos la isla de Hong Kong, donde se vuelven a repetir todas las tiendas de ropa y joyerías ¡Sorpresa! ¡Hay vida en las alturas! No nos referimos a los rascacielos, sino a pasajes larguísimos que conectan los edificios y las estaciones de metro sin tener que pisar la calle. Increíble, porque tanto en la calle como en los subterráneos del metro o como en los pasillos de las alturas hay gente...mucha gente, no se acaba nunca la gente.....

Visitamos un pueblo pesquero típico chino y es donde nos dimos cuenta de que estábamos en China: olor, suciedad, calles estrechas y enrevesadas y comidas raras (tripas de pez, patas de gallina, algas extrañas, mejillones secos, peces deshidratados.... ¡puaj!).





Nos llevaron al monasterio de Po Lin, donde visitamos el templo budista con el Buda feliz en primera plana y presidiendo todo el  complejo religioso un Buda gigaaaante que han colocado en lo alto de una montaña ¡trabajo de chinos!.







Hemos visto algunos rasgos de lo que era antes de la anexión a China y la actualidad: el gobierno está fomentando el chino y desprestigiando el inglés (la mayor parte de los carteles y anuncios están en chino y no te enteras de nada), se fomenta el consumo pero no se favorece la calidad de vida de los chinos, se ve pobreza al lado de grandes rascacielos... en fin  "un país, dos sistemas".
Se nos ha hecho corto, ya que si hubieramos tenido más tiempo nos hubiera gustado ir a la zona de los nuevos territorios cerca de la frontera con China. ¡Será en otro viaje!.
 
El último día nos fuimos a cenar al mayor restaurante flotante del mundo. Lugar por donde han pasado muchas celebridades de la política y del cine... y también nosotros.

Ahora está en decadencia, pero los salones son fastuosos, tal como vemos en las pelis.

¡Nos vemos en Delhi!

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