domingo, 7 de noviembre de 2010

BOLIVIA: SALAR DE UYUNI



Llegar a Uyuni ha sido largo, muy largo, y cansado. Por la mañana hemos cogido un autobús hasta Oruro y allí debíamos enlazar con el tren hasta Uyuni. 


Coger el autobús  a la 9:30 de la mañana fue una odisea porque el conductor del autobús no apareció (era el "Día de los Muertos" 2 de noviembre y es fiesta nacional) creemos que por la borrachera que pilló y el de la compañía nos recolocó en otro autobús que estaba sucio y olía a perro muerto; así que pasamos cuatro horas encantadoras.

Al llegar a Oruro seguía la fiesta de los muertos y el camino hasta la estación de tren estaba llena de gente "muy contenta" y disfrazada, por lo que nos metimos en un taxi y no salimos de la estación en las dos horas que quedaban para partir. Al final, el tren salió y tardamos 7h en llegar a Uyuni.
Eran pasadas las 10 de la noche y hacía un frío que pelaba (nos dijeron que cero grados de temperatura ¡y estaban contentos porque había llegado el calor!) cuando llegamos al hotel que, para nuestra desgracia, no tenía calefacción ni agua caliente. No tengo palabras. 
Pero como tenemos nuestros recursos ¡sacamos nuestro calefactor! y pudimos dormir con cierta comodidad; lo del agua fría en la ducha ni lo nombro.


Al día siguiente hicimos el trámite en la frontera y sobre las 2 de la tarde salimos hacia el Salar. Teníamos ganas de conocerlo, pero sabíamos que íbamos a estar completamente incomunicados durante tres días; en esta parte del altiplano de Bolivia el agua, la luz, internet... son todo lujos, así que....



En el tour íbamos los dos solos junto con el guía-conductor en un todo terreno de lujo... la cosa no pintaba mal.



Esa primera tarde fue sensacional: la impresión de encontrarnos en un lugar rodeados solo por sal, sin nada de nada alrededor, es apabullante.


Recorrimos Km y Km atravesando el Salar por el camino que los coches habían hecho por la sal hasta llegar al primer hotel que se construyó hecho con bloques de sal ( hoy convertido en una especie de "museo").














 Seguimos recorriendo el salar hasta llegar a Coquesa, donde teníamos que dormir. Pero antes de ir al Hotel vimos la puesta del sol los tres solos en medio del salar bebiendo una copita de vino de coca ¡no está mal!.

El Hotel era muy bonito, pero estaba en medio de la nada. Estaba construido dentro de la filosofía de los hoteles ecolodge: poca luz, váter en un agujero en la tierra (pero como es coqueto tenía taza para sentarse), agua la justa, no calefacción ... .





No podemos decir nada porque el dueño nos contó que tenían luz desde hacía sólo cinco meses y el agua sigue siendo un lujo. El frío fue mortal porque no pudimos dejar encendido nuestro calefactor, así que nos levantamos helados y, para mejorar la situación, la ducha matinal también fue con agua fría. ¡Nos estamos haciendo fuertes para poder vivir dentro de un igloo!




Continuamos viaje por el Salar recorriendo más km hasta llegar a la isla de Inca Huasi.






Es una montaña en medio del mar de sal, donde se encuentran los cactus más grandes que hemos visto (hasta 9m de altura y 900 años de vida). Había una vista del Salar inmejorable.

Seguimos camino hasta dejar la sal y pasar al desierto con grandes plantaciones de quinoa y muchas vicuñas paseando. Así llegamos a comer a un pueblo en medio de la nada: San Juan. Comimos una ensalada de verduras y pollo en casa de la Señora Victoria. No sé que sería del humano si no existiera el pollo, sobretodo en Bolivia.


Partimos hacia el ecolodge donde teníamos que pernoctar, atravesando diferentes lagunas llenas de flamencos rojos. Llegamos a Laguna Hedionda donde estaba el hotel y...bueno no vamos a repetir lo del frío, el agua, la luz, el váter.... . Eso sí, en medio de la nada, en una cocina regular el cocinero llevaba gorro  y nos hicieron una cena propia de un hotel de cinco estrellas. El menú fue carne de llama.



Al día siguiente nos tocó madrugar (a las 4 de la mañana) para llegar a la frontera con Chile antes de las diez y poder tomar un ferry que nos llevara a San Pedro de Atacama. Antes de llegar a la frontera pasamos por unos parajes preciosos por el altiplano andino.











Hicimos un parón para darnos un baño a 4370m de altura en agua caliente (cuando salías del agua era lo peor) y subimos la montaña hasta los 5100m de altura.




Una experiencia inolvidable.

Dejamos Bolivia con ganas de decirle cuatro cosillas a Evo, ya que la gente no está demasiado contenta y la pobreza es extrema.
Pero todo lo que contemos es poco. Hay que ver las fotos de un sitio único en el mundo.
Para eso os las ponemos en tres álbumes diferentes: el Salar, la isla de Inca Huasi y las Lagunas Altiplánicas.
Os dejamos con este vídeo del Salar desde la isla de Inca Huasi para que alucinéis un poco. A pesar de haber intentado reflejar con la cámara la enorme dimensión que tiene ( 13000 km cuadrados, el 10% de la provincia de Huesca), la realidad es que las fotos no le hacen justicia.



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